Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

La montaña de Santidad

domingo, 05 de mayo de 2024
Dedicado al colectivo ecologista Turcón por su incansable lucha en pro de la legalidad
en un explotación minera que no respetó los límites establecidos, que ha seguido trabajando
con la licencia vencida y que ha afectado y afecta a todo el campo de volcanes de su entorno.

La montaña de Santidad

¿Por qué el nombre de montaña de Santidad o de la Santidad? Lo desconozco y, por mucho que haya buscado referencias a tal nominación, los historiadores que he consultado nada dicen. Si he encontrado una referencia en la página de Mendikat.net, que referencia el topónimo con su origen en los corrales de cabras donde los aborigenes realizaban rituales donde invocaban ayuda a sus dioses.
Sí es cierto que con tal denominación aparece en todas las cartografías consultadas, tan cierto como que, en Telde, este cono volcánico, prácticamente desaparecido, ha sido rebautizado desde hace varias décadas -justo con el inicio de las primeras extracciones al cono-, como La Piconera. La razón es obvia, desde hace más de medio siglo, de esta montañas se viene extrayendo picón.
Nunca fue necesario acercarse al cono para saber de su realidad extractiva. Decenas de camiones bajaban diariamente por la pista que en el fondo del barranco de Silva discurría hacia el barrio de las Medianías teldenses. Este núcleo urbano, al igual que Lomo Cementerio eran los grandes sufridores del riesgo que suponía el tránsito continuo de camiones cargados de cenizas volcánicas.
Pasado el tiempo dejaron de escucharse, dejaron de sentir el corazón en un puño los padres y el alumnado de los centros educativos que se encontraban en plena carretera de tránsito: El colegio Enrique de Ossó y el C.E.I.P. Saulo Torón . El IES la Rocha dependía de la dirección que tomaran los camiones, bien se dirigieran al norte o al sur de la isla, aunque pronto, por seguridad, se prohibió o desaconsejó su tránsito por el corazón urbano de la ciudad.
Para conocer geológicamente este volcán, les recomiendo busquen una publicación esencial a la hora de analizar detenidamente la formación y evolución del mismo. Me refiero a la obra “Los volcanes recientes de Gran Canaria” del doctor en Geografía y estimado amigo Alex Hansen Machín, que tantas veces he referenciado en otros artículos sobre los conos teldenses.
En la página 103 del mencionado libro, Alex dibuja un esquema de la formación del volcán, con dos cráteres de los que se conserva el menor y con las direcciones de los derrames lávicos asociados a este complejo edificio volcánico.
En ellos podemos ver los numerosos bloques erráticos, una de las señas de identidad de este volcán, como discurren por las tres líneas de coladas y como una de ellas define la toponimia del lugar: Lomo de las Piedras.
Registro aquí sólo el párrafo final de su descripción pormenorizada.
“Los caracteres morfológicos del volcán de Santidad y su derrame lávico, muestran una dinámica eruptiva de tipo estromboliano, desarrollada sobre una tipología de suave pendiente, que va a ser responsable de la digitación de los frentes lávicos. La propia dinámica eruptiva, que implica períodos de mayor explosividad con desmantelamiento de parte del edificio y efusiones lávicas relativamente violentas, se encargará de obstruir, mediante el de los bloques de mayor tamaño, la dirección de los primeros derrames, encauzando las emisiones posteriores en direcciones divergentes”
La realidad es que este volcán, cuya altura se elevaba antes de su desmantelamiento hasta los 706 metros y cuyo manto de cenizas llegó a ocupar una amplia superficie en su entorno, dirección oeste-suroeste, no existe. Los datos altitudinales más recientes hablaban de 651 metros para el IGN (Instituto Geográfico Nacional), 659 metros registraba la cartografía de GRAFCAN, pero, desmantelada su cima, estas alturas de referencia van reduciéndose paulatinamente.
Apenas quedan vestigios de su forma, pues el cono sigue desmantelándose por todas sus caras, dirigiéndose las zonas extractivas al segundo cono, el que según Alex Hansen, es coetáneo de los volcanes de Los Hoyos que ya hemos tratado en su artículo correspondiente y a la pared orientada al naciente de la montaña de El Plato y que en algunas cartografías consultadas aparece registrada como volcán de Santa Rita.
Pero hagamos algo de historia. Es este un volcán emblemático que lleva en lucha medio siglo, sin resultado alguno. Ya en 1983 -hace cuarenta años-, se denunciaba la agresión a uno de los espcacios más singulares de Telde. Así lo registra un esclarecedor y bien documentado artículo del licenciado en Geografía e Historia, Don Carmelo J. Ojeda La montaña de SantidadRodríguez, titulado: "La montaña de Santidad (Telde). Aspectos geográficos de un volcán agonizante".
“Dentro del conjunto volcánico de Rosiana, la montaña de Rosiana se encuentra en el centro de la alineación entre la montaña de los Barros (717 metros) y la montaña del Melosal-La Calderetilla (573 m). Es un cono de escorias de formas piramidal, constituído por la acumulación de los materiales piroclásticos en las inmediaciones del foco eruptivo. Se eleva pro encima del espacio circundante unos cien metros aproximadamente”.
Recomiendo la lectura íntegra del mismo. Si bien es cierto que es uno más de los cientos de artículos que se han publicado desde entonces, sobre las sistemáticas agresiones al ya desaparecido cono principal del volcán y su entorno, no lo es menos que la descripción de la formación del campo de volcanes así como de la formación y desarrollo de la montaña de Santidad, de su pasado agrícola -con cultivos de secano principalmente- y ganadero, de la historia del mismo a lo largo de los siglos -los primeros documentos que registran el uso agrícola de estos terrenos nos hablan de los inicios del siglo XVIII-, y de la historia de su lucha por preservarse, partiendo de la oportunidad perdida del P.G.O.U. para poner fin a su explotación, ponen en valor, desde mi punto de vista, un artículo de lectura obligada. Es por ello que si tienen interés en el devenir de este cono volcánico, busquen en la Red, pues es fácil encontrarlo, una vez fue digitalizado por la ULPG en 2010.
Muchas fueron las denuncias, decenas en tantos años, no sólo por la destrucción de un paisaje singular, sino por las ilegalidades cometidas sistemáticamente. Sirvan de ejemplo el extraer materiales volcánicos fuera de los límites de la concesión, arrasar y sepultar el paisaje del entorno, destruyendo así sus valores potenciales, continuar en el ejercicio de la actividad cuando la licencia había caducado, etc.
Nadie como la persona a quien respeto por su valor, entrega y paciencia, Honorio Galindo Rocha, para hablarme del ingente dossier que ha recopilado sobre este volcán y su trayectoria.
Son sus palabras las que manifiestan desánimo, cuando afirman que a pesar de las denuncias de Seprona, de las denuncias de Turcón y otros colectivos ecologistas: municipales, insulares, autonómicos…, coordinadoras ecologistas, propietarios de pozos situado en la zona de influencia del volcán y que, como bien recoge en su artículo don Carmelo Ojeda, afectados por las incidencias inherentes a la extracción: pérdida de la esponja que supone los metros de espesor de la capa de picón, la merma de agua, los daños al acuífero…, de instituciones públicas de diversa índole ratificando la inexistencia de permiso para continuar la extracción, licencia que había y ha caducado hace varios años, denunciando los daños irrecuperables al entorno del volcán, los tribunales de justicia no han actuado con el rigor esperado ante flagrantes actuaciones ilegales, que no admiten réplica.
¿Qué ha sucedido entonces? ¿Dónde acaba la impunidad de quienes destrozan el patrimonio natural? Así habla el hombre que tuvo el valor de ponerse delante de las máquinas de extracción y paralizarla durante una jornada de lucha. He visto las imágenes y el vídeo del momento y puedo garantizarles que la tensión era insoportable. Medios de comunicación y otros activistas consiguieron, con su presencia, dejar sólo en posible aquello que pudo terminar en una anunciada tragedia.
A mí no me queda otra que dar fe de cómo está ahora el volcán, sabiendo, es verdad, que cuando visitaba la zona con alumnos hace cuarenta años, el cono volcánico se encontraba prácticamente íntegro, contaba entonces con una visible e importante zona de extracción de cenizas volcánicas en la cara sur del cono, pero el resto del mismo y su cima permanecían intactos.
He visitado el volcán en estos cuatro meses del presente año y he recorrido el espacio colindante muchas veces. Para patear el territorio del volcán desaparecido, elegí siempre, días festivos. Es el momento más apropiado por la inactividad en el interior del mismo. Estrategia similar llevé a cabo en la montaña Rajada que se encuentra en el sector Jinámar, pues en ambos pude recorrer todo el entorno sin sobresalto alguno, aproximándome al borde de las extracciones, fotografiando y analizando visualmente el corazón de cada atentado, sin la parafernalia de las máquinas trabajando, las prohibiciones de paso y el personal asociado a la extracción que no me permitirían el tránsito por la misma.
Nadie me molestó en mis periplos y puedo relatar con calma lo observado.
No me he ceñido al sitio exacto donde se encontraba el volcán, sino que he recorrido con calma todo el entorno al mismo. La razón, denunciar el uso y abuso del mismo, bien para realizar catas no autorizadas, bien para depósito de materiales de desecho, bien para destruir la flora propia del entorno y restarle valor, bien para ampliar de facto el territorio sometido a la actividad extractiva.
Me viene a la memoria todo el proceso de lucha de tantas personas, pero especialmente un colectivo que lleva décadas pidiendo la paralización de las extracciones. Mi reconocimiento a Turcón y a aquellas personas que han denunciado y exigido el control del área de extracción porque excede la permitida. A todos ellos dedico este artículo.
Es extraño que el Servicio de Minas no haya realizado, que yo sepa, una auditoría sobre los daños acaecidos en el entorno al volcán. Es extraño que no se hayan iniciado labores de restauración del espacio dañado. Es extraño que personalmente haya accedido al borde de las canteras, procedente de la montaña del Plato o de cualquiera de los derrames lávicos antes señalados y ninguna cartelería, ninguna señal advierta del peligro de caída, cuando nos referimos a desplomes de varias decenas de metros. Es extraño que no haya vallado alguno que alerte sobre dónde se encuentra el peligro y sobre dónde termina el área permitida para la explotación de la cantera.
Muchos “extraños” y ninguna certeza, verdaderas razones que conducen al desánimo de quien esto les escribe.
Comenzaré mi recorrido por el corazón sangrante del volcán. Para ello discurro durante varios centenares de metros por una llanura yerma, en un avance sin tregua en busca del bosquete de acebuches y olivos que hay en este barranco, un poco más abajo. Es un avance por un suelo pulverizado de cenizas volcánicas. Es un suelo donde la vegetación no tiene cabida pues a ambos lados del mismo se acumulan montañas de picón de diferente granulometría. Es una travesía por dónde en horario laboral no puedo transitar por su peligrosidad y condiciones de cantera en explotación y riesgo, pero este domingo, descendiendo de la montaña del Plato, sin existir valla alguna que lo prohiba, discurro ante la ausencia de cartelería que así me lo señale.
Es un tránsito rápido, pues no es mi objetivo entretenerme en propiedad ajena, acompañado por la soledad del entorno, por el acusador silencio de la ausencia de vida. Siguiendo la pista salgo al cauce del barranco, no sin antes dejar de reconocer la paulatina invasión de los materiales de desecho de la industria, de su sibilino ataque a la vegetación del entorno, sepultándola, de su interés desmedido en iniciar nuevos campos extractivos con catas aquí y allá y la extracción de los materiales consiguientes.
El resultado es que el bosquete de olivos existente en el cauce de la cañada de los Hinojos ha mermado en extensión y su estado es lamentable por el abandono a que ha sido y sigue estando sometido.
Pero también la cañada de las Haciendas, que está justo detrás del interfluvio, ha visto como sus olivos y acebuches son sepultados con las sorribas que la industria extractiva lleva a cabo, con la intención de allanar el terreno y alcanzar así nuevas zonas de picón fresco. Nos referimos a la parte baja de la ladera norte del cono volcánico de La Montañeta Fría, un cono aún sin mancillar y al que urge y mucho el reconocimiento firme y decidido por parte del Gobierno de Canarias para dotarle con una figura de protección del campo de volcanes de Rosiana en forma de espacio natural.
Regreso a la cañada de los Hinojos, cañada tributaria del barranco de Silva y me encuentro justo al pie del viejo eucalipto que allí pervive. Mientras lo observo, bajo mis pies se encuentra parte de la sorriba de materiales escoriáceos. El continuo avance es imparable al parecer, sepultándolo todo. No se puede negar que es la más expeditiva forma de terminar con la vegetación existente y abrir la posibilidad de seguir ampliando la zona de extracción, zona que en la documentación aprobada por la Jefatura de Minas están registrados los límites exactos, pero dudo mucho que los servicios de vigilancia de esa entidad esté realizando un control serio sobre ellos.
Desde el bosquete de acebuches y olivos observo la parte sepultada y sé que ahí prosperaban de igual modo otros que fueron sepultados o derribados. Sobre los materiales escoriáceos prosperan un buen puñado de vinagreras. Son las primeras plantas colonizadoras del removido sustrato, pero sobre la mayor parte de este material sorribado, la negrura de los materiales que todo lo sepultan, provocan una sensación de soledad que todo lo invade, al tiempo que aporta una densa capa de polvo a la vegetación circundante.
En este paisaje, que corresponde al dominio en el pasado del bosque termófilo, aún se mantienen en pie un centenar de árboles: olivos y acebuches la mayoría de ellos.
Si dejo esta cañada para dirigirme al camino de la lava, dirección nordeste, nos encontraremos con el Lomo de Las Piedras llamado así por la profusión de bloques erráticos que con alturas entre tres y cuatro metros de media, quedaron ancladas en la corriente de lava. Al parecer son fruto del paroxismo final de la erupción cuando parte de la estructura cráterica explosionó y grandes bloques de materiales fueron arrastrados por la corriente de lava.
Es en este derrame lávico, en la actualidad transformado por el tesón, esfuerzo y labor de varias generaciones de agricultores en las tierras de cultivo abandonadas que ahora vemos, donde observaremos unas curiosas estructuras que, obligatoriamente, nos llamarán la atención.
El necesario despedregado fue inmenso, resultado de ello son los interminables muros divisorios y las altas aglomeraciones de piedras que, a modo de mastabas -perdónenme si dejo volar mi imaginación-, guardan un parecido extraordinario con las famosas “pirámides” de Güimar en Tenerife.
Pero estas observaciones, así como la belleza y riqueza biológica del cráter secundario de Santidad, las trataremos más ampliamente en la siguiente entrega, el próximo domingo, pues es mi deseo tratar el complejo volcánico de Santidad en dos artículos, con la clara intención de no aburrirles con un artículo interminable por un lado, y por otro poder dedicar el segundo a esa parte del conjunto vulcanológico de Santidad que consiste en el edificio volcánico más al norte y mejor conservado hasta el momento.
Ahora me quedo con la desolación del espacio vacío. En el interior del cráter sólo observo aislados ejemplares de ratoneras, pequeñas vinagreras e inciensos. Los calentones también entran en el cráter, ratificando la degradación del paisaje horadado.
En verdad que si algo impresiona en el interior del volcán, en el vacío provocado por su desaparición, es el clamoroso e insoportable silencio.
Da la impresión de haberle robado el alma al volcán. Sobrecoge, sintiéndose uno culpable de un daño ajeno. Es horrible. Dan ganas de gritar cuando uno es consciente no sólo de la desaparición del volcán, sino de la sangrante realidad de un paisaje que se mantendrá así, desfigurado, herido de muerte, masacrado, muchas decenas de años, posiblemente siglos, hasta recuperar otro perfil más amable y la lozanía que para entonces pueda aportarle una nueva cubierta vegetal y la vida animal asociada.
Ahora, frente a mi compungida mirada, es como si la naturaleza, con su mudez, manifestara su profundo malestar ante la soberbia e insensatez del ser humano.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES